A partir de la independencia, en 1844, y durante los 30 años siguientes, los cortes de caoba continuaron, aunque cada vez más alejados de los cauces de los ríos o de los centros poblados más importantes. Los documentos del siglo 19 muestran que los cortes de caoba que se iniciaron en las cuencas de los ríos del sur de la isla, luego se movieron al norte y más adelante al oeste. Todavía en 1870 y 1880 había empresarios que estaban abriendo nuevos cortes de caoba en el norte y noroeste de la República.
Además de la caoba, otros empresarios cortaban y exportaban guayacán y campeche. Montecristi, por ejemplo, funcionó en la segunda mitad del siglo 19 como un importante centro maderero en dode operaban varias compañías explotadoras de los extensos bosques de campeche de la cuenca del río Yaque del Norte. La cuenca del Yuna también fue colonizada por explotadores de madera en la misma época.
La escasa población de la parte dominicana y su concentración en las tierras llanas del país favoreció la preservación de los suelos en las zonas madereras durante el siglo 19 pues solamente muy pocos individuos se quedaban viviendo en las áreas deforestadas y éstas eran subsecuentemente cubiertas de vegetación y bosque secundario poco tiempo después. Las tierras llanas, en cambio, sí estuvieron sujetas a un intenso proceso de cultivo, particularmente en las zonas tabacaleras inmediatamente al oeste de Santiago y en las zonas productoras de alimentos en el Cibao Central.
A finales del siglo 19, cuando se iniciaron los grandes desmontes en el Cibao Central y Oriental para dar paso a la creación de inmensos cacaotales y cafetales, el bosque primitivo fue sustituido por los nuevos bosques de cacao y café que crecían al amparo de árboles de amapola y gina, especialmente sembrados para dar sombra a las nuevas plantas. En las zonas de café y cacao, la deforestación no llevó necesariamente a la erosión catastrófica, como ocurrió en Haití y como ocurriría más tarde en muchos de la República Dominicana.
Históricamente, pues, la dinámica del cambio ecológico dominicano difiere de la haitiana en el siglo 19 en las siguientes características: a) menos población, aunque las tasas de crecimiento demográfico son más rápidas; b) más tierra disponible por habitante, al tiempo que la calidad de los suelos es mucho más alta pues en general la mayoría de los suelos que entran en explotación son vírgenes; c) más tierras llanas para cultivos, lo cual retrasa la intervención humana en las laderas y montañas; d) tardía explotación de los bosques de pino; y, e) ausencia de una industria azucarera en gran escala, lo cual hizo que la explotación del bosque para el uso de leña fuera más tardía.
Con todo, poco a poco, a medida que la población dominicana fue creciendo y que se ampliaron sus necesidades económicas, la demanda de madera para leña y carbón, así como la necesidad de espacio para plantaciones comerciales y para la producción de alimentos, fueron afectando los bosques. En la segunda mitad del siglo 19, por ejemplo, los dominicanos residentes en las zonas llanas de Azua, Baní y San Cristóbal desarrollaron una vigorosa industria de aguardiente y raspaduras y llegaron a mantener funcionando unos 240 trapiches azucareros que consumían grandes cantidades de leña de los bosques circundantes.
FRANK MOYA PONS
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